
«En principio, la música no tiene principio ni fin. Captamos algo y lo llevamos hasta un punto determinado, en el que lo dejamos ir. De este modo, le damos a la música su toque individual. La esencia de la música en sí misma es desinteresada».
Descubrí mi amor por la guitarra cuando tenía unos 15 años, y el amor por la música ya en el jardín de infancia.
Como la música no era muy importante en mi casa, aproveché lo que se me ofrecía a mediados y finales de los 70: ABBA, The Sweet, Smokie, Susi Quatro y algunos otros fueron los primeros héroes musicales que, como pequeños guisantes, versionábamos, por supuesto, con playback. ¡Qué divertido era!
A partir de ese momento, la música desempeñó un papel importante en mi vida, en algunas etapas incluso el más importante.
Cuando empecé con la guitarra, mi familia pensó que estaba perdido. Por suerte, mis padres siempre me dejaron hacer lo que quería, aunque seguramente les costaba mucho entender mis escapadas musicales. Para nosotros, la pubertad era cuando los padres se volvían difíciles...
En aquellos años, entre 1981 y 1985, había una amplia selección de grandes guitarristas y otros músicos y artistas maravillosos que nos mostraban a los jóvenes modelos de vida que aún no conocíamos.
Pero también el descubrimiento del jazz y la música clásica me conmovió profundamente y me marcó por igual.
Y, sin embargo, solo después de vivir experiencias muy diversas y pasar por diferentes etapas de la vida, a mis 31 años, tomé la decisión de convertirme en músico.
Mientras tanto, había completado una formación profesional en un campo completamente diferente, había formado mi propia y maravillosa familia y había encontrado mi camino espiritual. Luego «emigré» a Suiza, exploré durante mucho tiempo un nuevo campo profesional y muchas otras cosas. La guitarra siempre me acompañó.
Años de estudio de la teoría y la historia de la música (sí, todo por voluntad propia), la práctica musical constante - y, por último, pero no menos importante, las magníficas indicaciones de Rudolf Steiner sobre la esencia de la música - me han permitido reconocer de forma natural la clave y los códigos con los que toco y que transmito en todas mis propuestas.
Es curioso lo mucho que tardan algunos en darse cuenta de cuál es su verdadera tarea, incluso aunque se dediquen a ello en cada minuto libre... Como dice el refrán: «Los rodeos te permiten conocer mejor la zona».
Todo eso me ha hecho mucho bien. Siempre he hecho lo que era importante para mí, lo que me interesaba y lo que consideraba una tarea.
El mundo es grande y la vida es larga; hay mucho que hacer, y no se vislumbra un final...